En
primera fila
Por Luis A. CABAÑAS BASULTO*
Si
algún matiz distingue al orgullo de la soberbia es que el primero es perfectamente
disimulable, inclusive apreciado cuando surge de alguna causa noble o virtud,
mientras que la soberbia se concreta al deseo de ser preferido por otros,
basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del yo o ego.
Considerado
por la teología católica uno de los siete pecados capitales, la soberbia es una
actitud orgullosa que consiste en la perspicacia de quien se envanece a sí
misma, aunque genéricamente se define como sobrevaloración del “yo” respecto de
otros para superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo o situación, o bien
alcanzar una elevada desvalorización del contexto.
Asimismo,
se define como la creencia de que todo lo que se posee es superior, que se es
capaz de superar lo que digan o hagan los demás, o de superar cualquier prejuicio,
lo que, sin embargo, ha provocado la caída de grandes políticos y de candidatos
que, creyentes que sólo Dios está por encima de ellos, ellos mismos se han
destruido con el tiempo.
Sin
mayor preámbulo, lo anterior viene al caso con la reciente, aparente
determinación de un grupo de alumnos de la Universidad de Quintana Roo -por
ningún motivo podemos generalizar-, en el sentido de suspender clases a partir
de este lunes, en represalia por la suspensión que ordenaron las autoridades
universitarias los días jueves y viernes último.
Como
se sabe, el infantil argumento de la Rectoría, que encabeza la política Elina
Coral de Corona, fue que necesitaban fumigar las instalaciones del Boulevard
Bahía, cuando que para cualquier cristiano -como suele decir “Colinas”- era más
que evidente la intención de evitar manifestaciones del conglomerado de alumnos
que simpatizan con la causa de los familiares de los 43 normalistas
desaparecidos de Iguala.
Como
era previsible, el pronunciamiento se dio pese a suspenderse el tradicional
desfile cívico-deportivo con ocasión del aniversario de la Revolución Mexicana,
tal y como ocurrió en la mayor parte del país, bajo las mismas circunstancias.
Previsible
también habría sido el posible jalón de orejas que recibió la improvisada
Rectora, que no pudo más que demostrar ignorancia al suponer que los
universitarios o la propia población se comió el cuento de la casual
fumigación, casualmente cuando a nadie engañaría y, lo que es peor, su
posterior misiva “aclaratoria”.
Pero
vaya, el caso es que para los universitarios resultó exitoso el
pronunciamiento, pese a que la idea original era realizar el día 20 una serie
de eventos de tipo cultural en la explanada de esa Casa de Estudios, desde las
8 hasta las 20 horas, para lo cual días antes acudieron al Instituto
Tecnológico de Chetumal a invitar a los asistentes a una obra teatral
estudiantil que, genialmente parodiada, curiosamente recordaba los hechos del
‘68.
Ahora
bien, el caso es que -tal vez personas distintas a las anteriores-, ahora
incitan a suspender labores desde este lunes, al parecer en represalia por la
famosa “fumigación”, con lo que NO están demostrando precisamente la
inteligencia que se supone de jóvenes de ese nivel académico, dado que ellos
mismos -y sus cientos de compañeros- podrían resultar perjudicados por el
retraso de estudios.
Lo
más lamentable es que tal vez sean “junior’s” esos convocantes, habida cuenta
de que -a la mayoría nos consta- el grueso de la población universitaria es de
jóvenes humildes, de escasos recursos, cuyos padres realizan un enorme
sacrificio por la superación de sus vástagos, hasta ahora no “maleados” con una
ideología de exportación mal dirigida a una comunidad universitaria cuya
principal característica es la tranquilidad.
Antes
que nada, estamos ciertos de que es digno de reconocimiento que los jóvenes se
manifiesten y exijan sus derechos. Lo que no se vale es que pongan en riesgo su
educación -y el esfuerzo de la inversión de sus padres-, en aras de una
infantil venganza con resultado para adultos. Hasta donde sabemos, hasta ayer mantenían
un plantón pacífico en la parte posterior de la Universidad.
Los
tiempos son muy difíciles, y México y Quintana Roo requieren de jóvenes cada
vez más preparados para enfrentar tiempos cada vez más duros, con una
alternativa de competitividad en la que sólo triunfarán los mejores, y nuestros
universitarios, nuestros futuros profesionistas son la mejor opción para salir
adelante.
No
desperdicien esta oportunidad que ya quisieran otros, a los que no detendrían
el orgullo ni la soberbia, mucho menos por demostrar que ya son “maduros”. La
madurez se demuestra en las aulas, con inteligencia, no con un “Harakiri”.