Política y sociedad

martes, 26 de marzo de 2013

¡Escándalo por una violación!



En primera fila
                     
  ¡Escándalo por una violación!
                                                          
Con el párrafo “Con lágrimas y con la voz quebrantada, la joven que fue violada por un elemento de la Policía Municipal Preventiva la noche del pasado jueves, en el Boulevard Bahía de Chetumal, narró cómo sucedieron los verdaderos hechos del peor día de su vida”, una compañera periodista inició una crónica de hechos que indignaron a toda la sociedad capitalina contra el policía segundo Bruno Avila Mike y el agente raso Juan Baltasar Jiménez Mendoza.
Independientemente de quien haya dado cuenta de los reprobables hechos, todos coinciden en que se trató de un reprochable acto que debería avergonzar a esa corporación municipal que encabeza Gumersindo Jiménez Cuervo, a quien sus superiores deberían exigir amplias explicaciones en torno a esa capacitación de la que siempre han presumido las autoridades para combatir asaltos bancarios, secuestros y demás delitos de alto impacto, mas no la violación… de sus propios agentes.
Y es que las demás irregularidades que se dieron en torno a los hechos de ese jueves 21 y que culminaron con el fin de las ilusiones de una joven estudiante que cometió el error de estar en el sitio hora equivocados -robo, amenazas, prepotencia, golpes-, se circunscriben a una situación que podríamos calificar de “normal” entre policías y población, ya que, es triste reconocerlo -el colmo también-, pero son el pan nuestro de cada día.
Lamentablemente nadie se ha preocupado por ponerle un “hasta aquí”, y conste que también es el caso de la Policía Estatal Preventiva, al grado tal que nos vemos en la necesidad de tener que convivir con ese problema del que -por si fuera poco- tampoco nuestros representantes “populares” han dicho “esta boca es mía”. Si acaso la Comisión Estatal de Derechos Humanos ha elevado la voz, pero solo en el desierto.
En este sentido, las detenciones arbitrarias, agresiones, robo y golpes de los uniformados a quienes no ofrecen una “mordida” o acceden a ella son notas -que no noticia- frecuentes en la mayoría de los medios de información, aunque no habían llegado al grado de incluir una violación, por lo menos no denunciada oficialmente por las eventuales afectadas ante las autoridades competentes.
En efecto, hay que reconocer la valentía de la que hizo gala esa joven, una deportista chetumaleña que tristemente recuerda que “ese día, después de la escuela, fui a cenar con mi novio y decidimos ir al Boulevard, a la altura de la Universidad de Quintana Roo, para platicar un rato sobre temas relacionados con el deporte. Eran como las ocho de la noche…” ¿Cuántos casos similares habrán ocurrido y nadie habría denunciado públicamente por temor y vergüenza ante el descrédito?
Lo cierto es que resulta increíble el grado de prepotencia al que han llegado los policías que, abusando del uniforme, placa, pistola y patrulla, ya se sienten los dueños del mundo, y más aun a sabiendas de que, acusados ante sus superiores, tiene un mayor peso su palabra o que, denunciados ante el Ministerio Público, pretextos o vericuetos legales le sobran a la Procuraduría General de Justicia para obstruir la procedencia de los expedientes.
Un ejemplo de la “alucinación” de esos agentes, sobre todo los que tienen algún complejo de inferioridad y de la noche a la mañana sienten tener todo el poder, también se reflejó hace unos meses en un caso publicado que refiere que, en horas de servicio, un policía pedía permiso para salir a comer, lo que aprovechaba para quitarse el uniforme y utilizar su arma de cargo para asaltar farmacias.
Pero vaya, en el caso de la violación, imagínese el grado de impunidad que sentían ambos policías -“tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata”-, que poco les importó que la violación se consumara a escasos metros de un potencial testigo. Para protegerse,  el asqueroso Avila Mike, autor directo del desaguisado, empleó un celular para grabar a la joven después de violarla y poder acusarla después de que así la habría sorprendido con el novio. 
         Los detalles del caso son inenarrables por cuestiones de moral, pero la afectada ha interpuesto los pruebas necesarias para la consignación del expediente ante el juez del caso que, como están las cosas -y si el diablo no mete la cola-, se espera dicte auto de formal prisión sin derecho a libertad bajo fianza para ambos sujetos, a Jiménez Mendoza por su complicidad, aunque también agravado por su condición de “servidor” público.
         Ahora bien, ello no implicaría un “colorín colorado” de la historia, ya que queda pendiente la materia en la Policía Municipal, donde Jiménez Cuervo deberá justificar los millones de pesos que se inyecta permanentemente a la corporación en materia de capacitación que, suponemos, incluye un análisis del perfil psicológico de cada elemento, a menos, claro, que también entre ellos sea costumbre el pago de “mordidas”.
         Habrá que darle puntual seguimiento para evitar otro criticable y eventual “kalimbazo” que nadie quisiera.
  Por Luis A. CABAÑAS BASULTO 

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